Si bien tomar una copa de vino o cerveza puede ayudarle a sentirse relajado, hacerlo con frecuencia puede generar más esfuerzo en su corazón.
Desde hace un tiempo, los expertos saben que el consumo excesivo de alcohol —ocho copas por semana para las mujeres y quince para los hombres— está vinculado a un mayor riesgo de hipertensión. Las investigaciones más recientes indican que incluso el consumo moderado de alcohol, como una sola copa al día, también puede aumentar ese riesgo.
Curiosamente, consumir una bebida alcohólica puede disminuir la presión arterial, al principio. Durante aproximadamente 12 horas después de beber, el alcohol relaja los vasos sanguíneos. Eso hace que la presión arterial disminuya. Sin embargo, una vez que el hígado comienza a procesar el alcohol, los vasos sanguíneos comienzan a contraerse, lo que hace que la presión arterial aumente.
A largo plazo, el consumo de alcohol puede aumentar el riesgo de hipertensión o dificultar el manejo de la presión arterial alta. Las bebidas alcohólicas también agregan calorías innecesarias a la dieta, lo que puede llevar al aumento de peso, que es en sí mismo un factor de riesgo para la hipertensión.
¿Qué se considera una bebida alcohólica? Una cerveza de 12 onzas, una copa de vino de 5 onzas o 1.5 onzas de licor. Algunas investigaciones indican que los compuestos polifenólicos del vino tinto pueden tener un impacto positivo en los niveles de colesterol. Sin embargo, esto no cancela el hecho de que cualquier bebida alcohólica puede aumentar la presión arterial. Además, los polifenoles también se pueden encontrar en alimentos como el chocolate negro, las bayas y el aceite de oliva.
Si le han diagnosticado hipertensión o corre el riesgo de padecerla, probablemente la mejor opción sea no beber. Incluso reducir la cantidad de alcohol que consume cada semana puede tener un impacto en sus valores de presión arterial.